BAS JAN ADER, EL MALDITO QUE CAE



Hablaré de cosas que a veces por casualidad son verdad


BAS JAN ADER, Holandés de nacimiento -1942-, quien alcanzara la inmortalidad en 1975, cuando salió en busca de la promesa, porque lo que sí tenía, lo que le sobraba, lo que evidentemente salía por sus poros, emanaba de su cuerpo completo y llegaba a invadir a los que se encontraran cercanos a él, era su inmensa FE.

Artista –en estos casos, es en donde verdaderamente la definición de artista cobra sentido y se eleva por encima de las ridiculeces mercadotécnicas o de las pedanterías eruditas- LOCO, quien nunca aceptó imposición alguna, ni de la academia de arte, ni de la gravedad, ni de de la inconmensurabilidad del mar, ni de la inmensa tristeza que sentía, ni de Dios, al cual no esperó y se lanzó a su encuentro.

Su primer trabajo –por lo menos del que se tiene registro- fue en la Academia Rietveld, en donde usó un trozo de papel para todo el semestre, cuando terminaba de apuntar lo que debía, borraba todo y volvía a comenzar, sin duda, trabajo de Sísifo, o plena comprensión de aquello que decía Quevedo: “Las palabras se las lleva el viento”.

A los 19 años viajó a marruecos y de allí en un pequeño bote a Estados Unidos, justo antes de llegar a las costas de California, el pequeño bote se hundió, y Ader, decidió quedarse en los Ángeles.

Y pues ya sabes, la biografía la pueden encontrar en el nuevo dios pagano, el gran Wikipedia.

UNA OBRA EN TRES CAIDAS

Primera caída.

Ader se avienta en bicicleta a un canal en la Ciudad de Ámsterdam. Ader se cuelga de un árbol y se mantiene el mayor tiempo posible hasta que termina por caer en un río. Ader se sube a la azotea de su casa, rueda por el techo inclinado y cae al suelo y así, siguen las caídas, una tras otra, en la calle, en el bosque, en el agua.

Bas Jan Ader plantea la caída como una metáfora existencialista. El ser humano, que es libre por naturaleza, -no está diciendo que todos los hombres sean libres, sino sólo aquellos que siendo libres provocan sus propias caídas- utiliza esa libertad para provocar su propia caída y con ella caen ideologías, historias, tradiciones y hasta el alma misma, y de la misma manera, después de una caída, tiene la prodigiosa oportunidad de levantarse y para seguir cayendo.

Ader se avienta y cae, que mejor forma para expresar la libertad, decide aventarse y decide caer, es pues, su capacidad plena, su voluntad enfocada a un objetivo que pareciera un contra-objetivo.

Es muy difícil reconocer las influencias o conexiones que Ader tuvo en el tema de la caída. Muchos artistas del performance y el teatro en la década de los 60 experimentaron con caídas reales y ficticias. Podemos recordar a otra LOCA, la magnífica Yvonne Raider, cineasta que exploró el movimiento corporal y la caída como el más común de los movimientos. Recordamos también el prodigioso intento de Bruce Nauman por levitar en su estudio o la fotografía de Yves Klein lanzándose al espacio, quería volar, quería alcanzar la eternidad, y lo logró por un momento.

Ader, muestra su particularidad al expresar su carácter romántico. A él le podrían preguntar ¿y eso qué importancia tiene? Y podría responder junto con Unamuno: para el Universo nada, para mí todo. Todo ocurre en el yo, en el gran dolor individual, dolor que compartimos con el género todo –aunque haya quienes nunca lo hayan sentido-. No se muestra la exaltación de su propia destrucción, como propone Gustavo Perón, muestra el camino en su propio camino, muestra la única, la inigualable manera de sentir o padecer su propia existencia, muestra la lucha intensa que libra contra las determinaciones que más le oprimen, muestra un carácter agónico y de lucha eterna.

Segunda caída.

Melancolía y no angustia. Parece haber tenido una conversión, ya que la angustia nos impulsa a dar la pelea, la melancolía nos impulsa al recuerdo de lo que se fue y no volverá. En la serie I’m too sad to tell you, Ader se fotografía y graba llorando, es impactante la fuerza expresiva de ese minuto y medio que dura la grabación. No, no y no, La fuerza de esta pieza no radica en que no nos dice por qué está triste, la fuerza radica en que está triste, y en que en su propia e íntima tristeza nosotros podemos comulgar, convivir o compartir ese sentimiento con él. Nada de cliché trági-cómico –como escuche decir a un tío sobre la misma obra-, no, no y no. Y si es que a alguien le provoca risa o lo ve con comicidad, sin duda, no dejará de dolerle su propia risa en lo más profundo de su ser, y de la misma manera, llorará con Ader por algo que no puede decir.

Para Ader el arte no era una respuesta, fue una búsqueda y un camino, en ocasiones éste se le abría, aunque al ir por ese camino, terminara más perdido de lo que estaba al comienzo, así, se topaba a cada instante con el fracaso, con la caída recurrente en una vida constituida a base de caídas y fracasos.

The boy who fell over Niagara Falls. En esta obra se ve al artista sentado en una silla cerca de una mesa en la que está colocada una pequeña lámpara y un vaso con agua. Ader, sin mirar a la cámara lee un artículo del Reader’s Digest acerca de un niño que sobrevivió después de haber caído en las cataratas del Niagara. Ader lee la historia lentamente, haciendo breves pausas entre fase y frase para tomar un trago de agua. Cuando la historia concluye y se ha terminado el vaso de agua, se levanta y sale de cuadro. Esta obra contiene elementos que fueron importantes para Ader en la última fase de su obra: la caída, el agua, el tiempo, la normalidad y la inevitable muerte.


Tercera y última caída.

Bas Jan Ader desapareció en la realización de su última obra. A los 33 años, cuando iniciaba la segunda fase de su obra In Search of the Miraculous.

Su búsqueda lo llevó al milagro, no a la muerte, lo llevo a la inmortalidad. En busca de lo milagroso ¿por qué? Había en él, una lucha trágica, entre su corazón que le decía sí, y su cabeza que le decía no. Necesitaba creer, necesitaba que alguien le ayudara a creer, tal vez necesitaba de un milagro, y lo consiguió.

En 1975, se embarcó en un pequeño bote para ir de Cape Cod, Massachussets hasta Falmouth, Inglaterra. Decía que quería explorar los límites de la tierra, sabemos que lo que necesitaba explorar eran sus límites propios, que al fin de cuentas, son los mismos que los de la tierra, porque ¿qué sería de la tierra sin mi? preguntaba el incomprendido Pessoa.

Ader nunca llegó a donde debía, y ¿a quién le sorprende? Si siempre estuvo perdido, y fue lo que nos enseñó, estamos perdidos en un camino lleno de caminos, en donde lo único que sí tienes seguro es la caída y el fracaso, pero también tienes seguro el poder levantarte para seguir cayendo aunque nadie te vea.

No hay que imaginarnos a Ader muerto, hay que imaginarlo gozoso, continuando con sus caídas y sus fracasos, viviendo intensamente su vida o su muerte –vaya contradicción-. Hay que imaginarlo allí, junto con el escuadrón de los LOCOS que le dan sentido a esta vida de cuerdos.

Cuando se dio constancia de su desaparición, su hermano encontró en el escritorio de Bas una copia del libro The Strange Last Voyage of Donald Crowhurst, testimonio de un marinero que emprende un solitario viaje alrededor del mundo y de cómo pierde el juicio y la vida. Esto hizo suponer que Ader mismo sabía que pretendía realizar un viaje sin retorno. ¿y qué? ya lo sabíamos, nunca se puede regresar, solo la memoria nos da el consuelo de lo que ya dejamos atras, pero hay que seguir luchando junto con Ader, luchar y luchar para perdernos, luchar para caernos en ese camino llego de caminos.





Esto esta genia. Chiaaaa!!
A dónde llegaremos??


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